Nueva entrega de Con Leiva en la Carretera. Capitulo 12.
Nueva entrega de Con Leiva en la Carretera. Capitulo 12.
Esta vez nos envía su crónica Alex Martín, miembro de la crew de la gira Diciembre de Leiva. Él mismo nos manda la foto que acompaña su redacción. Esperemos que te sirva para hacerte una idea de lo que es salir de gira con Leiva y trabajar en los conciertos. Que la disfrutes.
Hola amigos. Soy Alex, uno de los dos backliners de la gira Diciembre. A la gente que me pregunta “¿y eso que es?” siempre le respondo lo mismo: soy como el utillero de un equipo de fútbol. Trato de que todo esté a punto para el concierto, le hago los cambios de guitarra a Leiva e interpreto sus gestos para intuir cómo está durante el bolo y qué necesita en cada momento.
Es sábado, me levanto a las 7 de la mañana porque a las 8 he quedado en el local con Adolfo, que ya lo conocéis de la entrega anterior, para cargar los trastos en la furgo y poner rumbo a Benalmádena. Preparo mi maleta, meto las últimas cosas en mi maletín de trabajo y también, iluso de mí, cojo el bañador.
Yo siempre viajo con Adolfo. Como podría ser mi padre, aunque no lo aparente, pues me cuenta muchas cosas y yo me entretengo. Además, es muy prudente conduciendo y eso está muy bien. En este caso va hablando solo porque yo estoy medio desnucado intentando dormir lo que el rodaje del videoclip de Miedo no me dejó el día anterior, y es que se alargó hasta cerca de las 5 de la mañana.
Llegamos a Benalmádena y es como si hubiéramos llegado a Sevilla, porque el mar ni lo olemos, mi bañador no sale de la maleta hasta el domingo que llego a casa. Nos comemos un “gahpashito” y unos “calamaritoh” muy ricos, pagamos lo que se debe y tiramos para el Auditorio Municipal a ver cómo está la cosa.
Son las 16:30 de la tarde cuando llegan el resto de compañeros y con el fresquito típico de una tarde de julio nos ponemos a descargar la furgo y a montar el escenario mientras el grupo que abre el concierto hace su prueba de sonido. Como el último bolo fue hace un mes estamos algo bajos de ritmo y algún “no me acuerdo bien de cómo iba esto” se escucha. Pero las manos van solas y recuerdan por sí mismas cómo carajo van montados los hierros de la percusión.
Para que todo vaya más rápido en la prueba los músicos van viniendo por partes. Si vinieran todos a la vez, como no saben estar quietos, se pondrían a tocar cada uno sus cosas y no habría quién los dominara. La prueba va muy bien. César de repente es más feliz que nunca al descubrir que Sito, técnico de monitores, tiene para él unos casquitos con los que va a escuchar todo de puta madre. Se ve que han comido bien porque vienen todos contentos. Llega Leiva, me pide una de sus guitarras y a la tercera canción que prueban ya todos juntos, se rompe una cuerda. No pasa nada porque para eso estoy yo. Mejor que haya pasado ahora y no durante el show.
La prueba acaba y nos vamos todos para los camerinos a descansar un ratito y a esperar a que empiece todo. Hay tiempo para charlas existenciales, para algún que otro café, pero sobre todo para bromas y canciones, porque siempre hay una guitarra en el camerino. Empieza a tocar Cucaracha Dandí, el grupo que abre, y ya se empieza a intuir el gusanillo en la tripa de los chicos. Y ¡qué coño!, en la mía también. Todavía me pongo nervioso antes de empezar un concierto. Desde abajo los vivía a tope y ahora que estoy en el otro lado también los vivo con mucha intensidad.
El concierto va de maravilla. Pensé que iba a acusar más el cansancio pero, cuando empieza el rock todos los males se curan. Y esto es rock del bueno, del de verdad. Los chicos están enchufados y derrochan complicidad por los cuatro costados. Es uno de sus fuertes. Nos contagian las ganas y la actitud a los demás y eso es muy bueno para los que estamos detrás de los focos. Suena Miedo y las miradas y las risas entre nosotros son generalizadas. Pachequín y yo nos miramos diciendo “¡No! Otra vez nooooo!” Y es que el día anterior la habíamos escuchado 52 millones de veces, aproximadamente, durante el rodaje del videoclip. Otra cosa parecida pasa cada vez que suenan ciertas canciones en las que tenemos nuestras claves (no las voy a desvelar) y que provocan que nos descojonemos como niños cuando las escuchamos. Estos tíos son muy buenos. En huevos y en actitud tienen las de ganar.
Acaba el concierto y recogemos a toda hostia. Bajamos a camerinos donde ya todo son bromas y risas. Me encanta este momento en el que ya está la furgo cargada y puedes tomarte una birrilla después de que haya ido todo bien. En esto que veo como se me acerca Leiva con los ojos encendidos en fuego…no es broma, viene descojonado y me dice que si me sé el chiste de no sé qué, que a mí me va a hacer gracia seguro. Y vaya que si me la hace.
Es hora de irse. Estoy muy cansado pero feliz. Es como ganar un partido importante. Acabas agotado, exhausto pero con la satisfacción del trabajo bien hecho. Eso es algo muy grande. Algunos están celebrando la victoria en una habitación cercana a la mía. Oigo la música y las risas desde aquí. Hoy prefiero descansar. Eso sí, la próxima no me la pierdo.
Salud.
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